viernes, 15 de mayo de 2015

LA EXPANSIÓN DEL LABERINTO HASTA CONVERTIRLO EN BURBUJA (I) Escribir sobre poesía, sobre algunas lecturas recientes y sobre el poema como acto económico.





Escribir sobre poesía es como tratar de domesticar a una animal imposible de alcanzar. Acercarse es, en realidad, girar a su alrededor. Cada palabra que empleas, cada gesto que utilizas, te aleja cada vez más de un feliz estado de mansedumbre. Un poema no tiene centro, no tiene un solo corazón hacia el cual debamos ir para descubrir su elemento nutritivo. Escribir sobre poesía es, en ocasiones, como despertarse en mitad de la noche buscando un poco de aire que respirar.  A veces es tremendamente asfixiante. Y no me refiero a realizar crítica literaria, sino a escribir sobre poesía que, a pesar de lo aparente, no tiene nada que ver. Escribir sobre poesía es algo así como vivir la escritura del poema en paralelo. La crítica penetra, la escritura sobre poesía trata de ponerse en frente, o a su alrededor… Lo impenetrable del poema es la fuerza del poema. La escritura sobre poesía es como una ampliación de las fronteras del poema. Por eso, a veces, es tan difícil escribir sobre poesía y, a veces, tan fácil (demasiado en ocasiones) hacer crítica de poesía. Decía María Zambrano que el “poeta no toma jamás una decisión, es cierto. El poeta soporta únicamente este vivir errabundo y como sin asidero”.  Escribir sobre poesía no es hacer crítica sino tratar de comprender ese lugar sin-decisión que es el poema, es situarse cerca de la palabra del poeta para comprender la tecnología o, mejor, la economía de ese sin asidero de donde viene el poema.

Volver para escribir sobre poesía. Y volver después de leer, por ejemplo, Levante de Mircea Cărtărescu.  ¿Cómo hablar de esta lógica imposible?  Levante dibuja sin concesiones una nueva república. O quizá lo justo sea decir que es el poeta capaz de elevar el poema a Estado Político. Su lenguaje es la imposibilidad misma de lenguaje como instrumento lógico. En cualquier caso Levante lo dejo para otro momento. Necesita otro momento. Necesita otra calma. Lo que quería ahora es hablar de otras cosas. Quería hablar de poemas, de nuevo poemas.

Escribir, por ejemplo, sobre Doblez (Ediciones Liliputienses) un libro en el que Silvia Terrón recoge la intensidad de la mirada para depositarla en una precisa economía del lenguaje.  Economía es la forma del poema. Un poema es una forma de administrar el hogar, que es el lenguaje y en este sentido, el poema es una forma de economía. Y el libro de Terrón recoge esta forma de tensión lingüística. El poema organiza el hogar, el espacio de encuentro entre el poeta y lo real.  Así, la misión del poeta es saber que el lenguaje es el camino, la forma económica desde la cual adentrarse en lo real para hacerlo estallar (lingüísticamente). La lógica económica del poema es la forma desde la cual podemos cuestionar la otra lógica económica, la del lenguaje dominante.   Recuerdo que Mario Perniola, en algún momento escribió la que para mí es, a día de hoy, una de las mejores formas de entender esta economía que es el poema: “[el poema] es la idea misma de la comunicación expresada en el contexto de una estructura social en la cual el único lenguaje real es la mentira”.



Economizar no es reducir, no es hacer menguar algo y al mismo tiempo obtener beneficio. Economizar supone dar forma, distribuir espacios y tiempos, ejercer sobre el lenguaje un orden del que desconocemos el sentido. Leemos a Terrón:

Hay un ruido que suena
por debajo de lo conocido;
     La noche se esconde mordiendo
     su círculo de caña, un chasquido verde
     enciende una radio
-bocas desiertas, el respaldo del sillón
marca la misma sombra, indivisible.

Los objetos son siluetas de papel que se quiebran.

Siempre había algo que decir, un olor a piscina
empapaba la lengua de una languidez antigua.

Dentro se secan despacio
herbarios de frases
que giran y se expanden.
[…]

Terrón logra, a lo largo de los poemas, una certera búsqueda de un lenguaje capaz de asumir las deudas de lo visible. El poema organiza una forma de comunicación diferente. No confundamos. Todo poema comunica. No existe la no-comunicación. No confundamos comunicación con limpia y ordenada (o tramposa) transmisión de información. Como indicaba Perniola, el poema es la forma de comunicación que se desdobla, incluso se diluye y cuestiona la lógica comunicativa que nos habla en nombre de lo racional.  “Despojar / No ser el límite de lo certero / Espacio que se objeta / Desnudar su cualidad / inédita”. Y así cierra el libro: “Te invade / la elegancia / del paisaje / vacío. // Y abres / los ojos”. El poema, por tanto, esconde una función ordenadora cuya estructura desconocemos. Es una economía donde la decisión es invisible. El poeta no decide, señalaba Zambrano. Quien decide es el lenguaje, el cual se ofrece al poeta no desde la lógica (de ese lenguaje real de la mentira) sino desde su capacidad infinita de irradiar sentidos. He ahí su economía a contrapelo. En el prólogo al libro de Terrón, Mercedes Cebrián escribe con sutileza: “Silvia Terrón ha realizado una importante intervención en el aquí y el ahora a través de la cantidad exacta de palabras, de unos versos contundentes que cortan, que buscan –y logran– abarcarlo todo”. A lo que añade un verso clave: “la expansión / del laberinto hasta convertirlo / en burbuja”. Laberinto y burbuja como formas de pensar el acto de conectar el lenguaje y lo real.

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si es por caer
todos hemos caído
las plantas han caído
ha caído mi corazón

hay un momento en esta cama donde caemos del sueño
y somos musgo y masa carnosa
y somos ciruelos –capullos y mermelada
entonces despiertas –caes y despiertas
el sueño es una metáfora de un avión que llueve saltos a la nada
[…]



Comienzo a leer Mil novecientos violeta (El Gaviero ediciones). Este poema abre el libro. Fue escrito por Maximiliano Andrade, poeta chileno nacido en 1990. Volveré entonces, más tarde, en otro momento, sobre este libro, donde, de pronto, encuentro poetas de los que es necesario hablar desde otro horizonte, pero que poseen su particular economía. Volveré sobre ello.  Ahora David Teles Pereira (Portugal, 1985) lo deja apuntado:

[…] En el fondo, es de esto de lo que la poesía trata,
hacer de la ausencia papel y con ojos de tempestad
trazar las fronteras del horror en la tierra,
vientre hueco que no hereda más que huesos […]

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Escribir, otra vez, sobre poesía…