lunes, 11 de febrero de 2013

[EL EMPERADOR DE LOS HORTERAS. Un fragmento del prólogo a Muestrario (1918), Ramón Gómez de la Serna]


[EL EMPERADOR DE LOS HORTERAS. Un fragmento del prólogo a Muestrario (1918)]

Además, quiero ofrecerles un libro a los horteras; quiero atraerles y engañarles. Es indudable que ellos quieren que se escriba un libro, genuinamente para ellos.
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—¿Cuándo escribe usted un libro para nosotros? —me decía un día el emperador de los horteras.
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Además, todos somos un poco horteras. En la tarde del sábado, sin saberlo, se nos ocurre ir a la peluquería; y siendo en sábado cuando no queríamos ir, es en sábado cuando vamos. En la noche de los sábados, nuestro corazón se mueve horterilmente. Y somos horteras porque Dios nos hizo así, porque Dios no quiso sino que fuésemos horteras, y por eso lo del “sudor de la frente”. Lo que conservamos del soplo divino, de la voluntad divina es eso que no deja de ser inefable y deleitoso y es horterismo puro.

Me da vergüenza por eso, de ese desprecio excesivo que demuestran los cronistas infra-horteriles por los horteras.
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¡Seamos buenos horteras, castizos horteras, consecuentes horteras, geniales horteras, libérrimos horteras!
El hortera literario es el que más prodiga ese desprecio por los horteras, sin pensar que él no es el hortera fatal sino el hortera responsable, porque pudiendo no ha dado altura a su espíritu.
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