jueves, 13 de noviembre de 2008

UN SAINETE CÁNTABRO


La verdad es que es para reírse. Es lo más parecido a un sainete del injustamente olvidado Arniches. Los protagonistas y sus acciones son para reírse hasta que te reviente el flato. La cosa es que el 6 de noviembre, en este periódico, leí una columna de Félix Álvarez. Lo acabo de releer y no puedo dejar de reírme. A punto ha estado de salir por mi nariz toda la cerveza. No tenía ni idea del asunto que cuenta. Es decir, no suelo sentirme atraído por los titulares que mezclan en una misma frase Revilla y Felisuco. Sin embargo, no sé porqué, bajé la guardia. Y mereció la pena, ya lo creo. Vaya circo. Una especie de thriller judicial/populista/casposo/cutre que hubiese hecho las delicias de cualquier Molière a la espera de un argumento. La cosa es así: Revilla se mosquea porque en el periódico que dirige Felisuco se le acusa, supuestamente, de franquista. Y Revilla (creo que a estas alturas nadie duda de esa fea relación entre regionalismo y conservadurismo chungo) lo lleva a juicio. En medio aparecen dos personajes con mucho jugo: José Campos y Carmen Martínez Bordiú. Campos comenta, o filtra, que en una cena Revilla alabó la figura de Franco. Éste es el clímax. La acción, entonces, bascula por momentos entre un Felisuco mosqueado, un periodista de El diario montañés, un periodista deportivo que sólo grita, una conocida estatua, un conocido restaurante llamado La Bombi, 30.000 €, etc. No cabe duda de que son buenos ingredientes para el sainete. Felisuco también se transforma, como un sutil Zelig, en filólogo experto en pronombres en medio de la obra; es el toque surrealista. Una obra delirante y bella. Un dictador y su nieta, políticos de turbio pasado, comediantes sin gracia, pseudofamosos. La obra tiene de todo. Y está claro que es para partirse. ¿Será ésta la mejor muestra de la cultura de Santander y de Cantabria? Por lo menos nos reímos. ¿Será la mejor muestra para ese Santander 2016? Quizá haya que proponerles a todos ellos como las cabezas visibles de la capital cultural. Verdadera cultura, sin duda. El asunto creo que no se ha resuelto. Quizá en breve tengamos el final de este entretenido juguete teatral. Me muerdo las uñas mientras espero. ¿Para qué preocuparnos por no tener una biblioteca decente, me digo, o una política cultural coherente y moderna si tenemos tanto sainete?

(Publicado el 13 de noviembre en el diario El Mundo ed. Cantabria)