domingo, 3 de agosto de 2008

TEORÍA DEL CALAMAR

Damián estudia tumbado sobre la toalla. El libro de Biología Marina abierto por la página 414. Junto a él sus zapatillas, que parecen animales desorientados y bobos incapaces de cerrar la boca, y dentro el monedero y las llaves de casa que repican como tripas metálicas y ruidosas. Es también el sol un lector rubio y despreocupado que se asoma por encima del hombro de Damián. Nunca antes había estudiado en la playa. Lee con desgana sobre la morfología del calamar, un animal fascinante con una de las mejores armas para desaparecer. Encima del recto está la bolsa de la tinta, que posee un conducto que se abre cerca del ano; la tinta es un pigmento oscuro que puede ser expulsado por el sifón produciendo una "cortina de humo" acuática, que esconde al calamar y le permite escapar de cualquier enemigo. Se imagina por un instante allí, ante todo aquel público, tirándose un pedo de tales dimensiones y textura que como un mago le hiciese desaparecer de la faz de la tierra tras una cortina de humo. Sería una inolvidable forma de poner fin a su vida. Un pedo tal que detuviese el transcurso del mundo, la maquinaria del tiempo, y que le permitiese estar así a solas sobre la arena, para siempre. Nota entonces en su ano la presión de una flatulencia, pero sabe contenerse con una precisa y rítmica contracción. Desaparecer tras una cortina de humo. Lo que para un ser humano es un manido truco de mago de tercera para un simple y ridículo calamar es parte fundamental de su vida. Una explosión de tinta, a su debido tiempo, puede salvarle, puede salvar su mundo. No se puede imaginar a los seres humanos, a todos aquellos seres que por miles, semidesnudos, vanidosos y felices le rodean con tal terrible arma a su disposición. ¿Quién no utilizaría la tinta a la hora de enfrentarse al problema más idiota que pudiera encontrarse al cabo del día? Lanzaría la tinta, elevando levemente su culo, contra su jefe, contra sus padres, contra todas aquellas mujeres que se fugaron, contra el policía que rellena el formulario de una multa, contra el funcionario que dice no… Se imagina Damián a toda aquella gente sobre la arena, con sus bikinis recién estrenados, de una nueva tela sintética capaz de secarse en treinta segundos, lanzándose chorros de tinta negra a la cara. Se lo imagina y es feliz. Cierra los ojos. Basta por hoy.

(publicado el día 2 de agosto de 2008, en El mundo ed. Cantabria)

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