miércoles, 21 de mayo de 2008

A BULWER-LYTTON

Cervantes lo sabía, Musil lo clavaba, García Márquez lo perfecciona, y mucho antes que ellos Homero pedía ayuda a la musas. Enganchar al lector desde la primera línea es un arte elevado, difícil, complejo y desquiciante para el escritor. Si no que se lo digan a Edward George Bulwer-Lytton que da nombre a un dudoso galardón que convoca la Universidad de San José, California, cuyo objetivo no es otro que premiar a los peores inicios de novela del año. No se trata de premiar al mejor sino al peor. Bulwer-Lytton, autor de Los últimos días de Pompeya, pasó a la historia por escribir, según dicen, el peor inicio posible en su novela Paul Clifford: “Era una noche oscura y tormentosa…”. Desde hace ya varios años se lleva celebrando este premio con amplio éxito en sus dos modalidades: Bulwer-Lytton, para inicios extensos y farragosos cuyo último ganador fue Jim Guigli por: “El detective Bart Lasiter se encontraba en su oficina analizando la luz que entraba por una ventana, cayendo sobre su superburrito, cuando se abrió la puerta y apareció una mujer cuyo cuerpo decía “te has comido tu último burrito por ahora” cuyo rostro decía “los ángeles sí existen”, y cuyos ojos decían que ella podía hacerte cavar tu propia tumba y lamer la pala hasta dejarla limpia”, y el Lytton-Lytton, para comienzos terribles en pocas palabras: “El Dr. Metzger se dio la vuelta para recibir a su nuevo paciente, totalmente ignorante de que pronto se convertiría en miembro de una secreta hermandad tan antigua como la urología misma”. Ahora recuerdo el que nos describe Will Ferguson en su maravillosa novela Happiness: “Ella no dijo nada. Se limitó a morderse el labio inferior y lamerse el superior”, con lo que imagino que cientos de lectores, quizá como usted o como yo, estemos tratando de retorcer nuestra boca intentando realizar dicha proeza. En fin, piénsenlo antes de ponerse a escribir.

(publicado en El mundo ed. Cantabria)

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